La cita, de Celia María Soto Payva, participante del Taller

{ lunes, 3 de enero de 2011 }


Diana cruza la plaza del pueblo a las siete y media de la mañana. Siente la brisa de febrero y el bullicio de las cotorritas entre los árboles… Mira los bancos vacíos, los canteros repletos de flores, las esculturas en un extremo; del otro lado, el rosedal. Recuerda tiempos lejanos. Ahora tiene una cita de trabajo con el Comisionado del lugar; certeza de encontrar al hombre en su despacho.
Más tarde llega la decepción. Convocado por el Gobernador, él ha viajado a la capital de la provincia. Los empleados carecen de autoridad para establecer otra fecha. Se niegan además a suministrar los datos necesarios para la nota periodística.
 Ella no se acostumbra a la indiferencia de los otros ante temas importantes; pero le sobra voluntad y paciencia para continuar.
Al tercer día deja un mensaje en el teléfono. Al quinto, lo llama espiando su descenso del automóvil en el edificio que preside desde hace 15 años.
—Señor Comisionado tenga usted un buen día. En otra oportunidad nos hemos saludado: soy Diana Alcorta, cronista del diario Argentina de Buenos Aires.           
—Quisiera conversar con usted pero nunca coinciden sus horas y las mías. —¿Qué no tiene tiempo ahora? ¿Puedo conocer los detalles que impiden la entrevista? —Se lamenta la mujer.
—Por supuesto que no deseo mentir. Trabajo en un medio de comunicación. El informe lo leerán miles de personas en nuestro país y en el extranjero. Y agrega —La ecología hoy en día es un punto trascendente a discutir. Usted bien sabe de los problemas que devienen con el cambio climático y los recursos no renovables.
—Por favor señor Comisionado deje los rodeos… Conteste algunas preguntas. Debo realizarlas para aclarar lo que sucede en la región. ¡Preocupa a la gente!
—Comprenda las dificultades de la señora Sandoval para entender algunos hechos; sentada un domingo a la mañana debajo de los árboles con su infaltable mate, observa al escuadrón de marines norteamericanos marchar por su vereda en formación militar ¿Disfrazados? —conjetura la vecina con  asombro al escuchar hablar en inglés.
—Comisionado, no es chisme de barrio. No se puede desmerecer la sencillez de las personas. Con total desparpajo paseaban los soldados por las calles del pueblo —señala —La noticia primero se desmiente, luego al comprobar esta circunstancia, el Congreso de la Nación permite la estadía de los extranjeros. —Explica y prosigue —Ellos realizan, a pocos minutos del lugar, ejercicios de tiro, simulacros de guerra. Existen denuncias sobre investigaciones geológicas e hídricas efectuadas en la región.
—Pertenezco a una familia de la comunidad: Martínez Alcorta. Alejada del pueblo por mi profesión, nunca de sus problemas. A usted ¿le molesta mi curiosidad en profundizar estos actos? Es mi función contar a la sociedad lo ocurrido.






Señor… me refiero a los incidentes en la provincia respecto al Acuífero Guaraní. Es una situación delicada; altera costumbres sociales y económicas. Un secreto develado por campesinos que trabajan sus tierras en las inmediaciones. —Sentencia ella.
—Su concepto de conservación de los recursos naturales hace agua. No el líquido claro que recorre territorio brasileño, paraguayo, uruguayo. Nuestras pampas y más allá —exclama Diana — Será turbio con el tiempo y quebranta derechos de millones de personas.
—Comisionado, usted se presta al monopolio de grandes capitales y a un futuro incierto por las posibles contaminaciones. El acuífero nació hace más de 130 millones de años. Cuando África y nuestro continente permanecían unidos. Sí, África, dónde hoy viven pueblos carentes de ella ¿no es una paradoja?
—No abandonaré el tema. En realidad usted es una pieza insignificante en este rompecabezas. Personajes inescrupulosos del poder internacional se movilizan detrás. Defender su terruño y el acuífero más rico del Planeta sería su misión ¡Insisto en la entrevista! Necesita informar a los vecinos de esas maniobras comprometedoras. Revisar su proceder ¡Anímese!
—No es un juego señor. ¡Si amenaza, lo denuncio! —Dice molesta.
Y agrega —No dejo al temor silenciar la causa. Deseo una conversación profesional sincera ¿accede usted?
—¿Mañana a las 11 en su despacho? Tenga la seguridad de que busco clarear sus argumentaciones, de ninguna manera perjudicarlo.  Las aguas no pertenecen a la oferta y la demanda. Se deben proteger para el bien común de los humanos. Gracias Comisionado, no faltaré a la cita.