Marco Antonini. Periodista… de Celia María Soto Payva, participante del Taller

{ sábado, 17 de julio de 2010 }



Observé el libro rojo con las letras negras y el nombre de Marco a través del vidrio de la librería Arte. Decidida, entré al negocio y busqué en los estantes la obra del periodista que regresaba a la ciudad con su producción literaria.
La foto de Marco me advertía que había pasado el tiempo… Una década representaba una ausencia considerable para quienes habíamos compartido con él amistad y trabajo, conversaciones intensas.
El rostro de Marco denotaba huellas profundas… Arrugas, la frente despejada, los ojos oscuros, la misma mirada inflexible queriendo traspasar los límites de los otros; a veces  la de invitados poderosos y polémicos en encendidos debates.
Reparé en la barba blanca, tupida y los cabellos canosos, lacios –casi largos- conservando  un estilo. Era indudablemente un señor elegante y pulcro, de mediana estatura.
Su historia personal apenas conocida: casado, divorciado, sin hijos. Un hombre solo…
Todavía recuerdo su perfume. Sentíamos la fragancia de Kenzo quedarse por horas en el estudio mayor de la radio. Seguramente, el periodista era afortunado con el sexo opuesto.
Por su profesión, Marco viajaba constantemente. Países diferentes, lugares extraños, investigaba la geografía de la pobreza. Austero en sus apreciaciones, a veces severo para diagnosticar sobre las políticas que se implementaban con gentes abusadas en sus derechos humanos… Defendía la libertad como esencia primera del Ser. Denunciaba los desatinos cometidos contra las mujeres por razones religiosas, el hambre de los niños, los campos de concentración que existían en nuestro mundo globalizado por pensar diferente o por el color de la piel.
Marco transitaba la mitad de su vida. Estaba convencido de que un día caerían los muros de la ignorancia. La historia de las comunicaciones había cambiado a partir de los años noventa y la transformación tecnológica se instalaba en casi todos los lugares de la tierra. Marco buscaba en la nueva crónica periodística interactuar con el oyente, transmitir su pensamiento. Opinaba con vehemencia desde el micrófono. La mayoría de las veces él sostenía la evolución de la vida humana en el conocimiento, en el  esfuerzo y la voluntad. El significado de la vida para el periodista era la trascendencia y no la tragedia.  Reconocía que la sociedad tenía fisuras, crisis fundamentales en la manera de ser y de pensar, principios y valores que se desgajaban inevitablemente. Él ofrecía  un mensaje positivo a las personas. Creía en la permanencia, el equilibrio, la búsqueda más profunda de las cosas para dejar de lado lo ilusorio, lo oculto y revisar lo consagrado. Para penetrar en lo universal.
El libro de Marco se presentaría en el mes de mayo. 
Evidentemente, comprendería textos impregnados de mensajes sobre la dignidad humana. Sobre los milagros realizados (positivos o negativos) por el hombre en los último cien años, más allá de los resultados que pueden asombrarnos o atemorizarnos. Compré su libro con esperanza.
Mientras caminaba por la peatonal reflexionaba que la creatividad es un bien de todos, a veces un misterio que no tiene barreras. Puntos de referencia para una sociedad en conflicto que necesita valores perdurables, desechar el doble mensaje “Algunos pueden; nosotros no.” Encontrar el camino de lo simple, lo puro, lo auténtico… Tenía certeza, la creatividad de Marco volará en las páginas con gracia, esfuerzo y audacia en un mundo que sólo cree en beneficios materiales.
Marco Antonini. Periodista. Escritor… De regreso a la ciudad.

Celia María Soto Payva reside en Santiago del Estero, Argentina