¿Dónde reside el lenguaje?

{ domingo, 19 de junio de 2011 }


Hagamos lo que hagamos, el cerebro interviene como órgano director. Por eso, si queremos buscar el último responsable de la actividad lingüística humana, habremos de empezar por saber cómo es y cómo funciona esta parte de nuestro organismo.
Para conocer la estructura y el funcionamiento del cerebro, muchos investigadores han hecho lo que parecía imposible: meterse en la cabeza de alguien. Gracias a sus investigaciones, se sabe que lo que comúnmente denominamos cerebro está dividido en dos hemisferios. Cada uno de estos hemisferios controla, de forma preferente pero no exclusiva, un lado del organismo. Así, en las personas diestras, la parte derecha del cuerpo se controla principalmente con el hemisferio izquierdo, mientras que sobre la parte contraria domina el hemisferio derecho.
Ahora bien, ¿qué ocurre con las actividades relacionadas con el lenguaje? ¿Qué hemisferio hace posible que hablemos, escuchemos, escribamos y leamos? Durante mucho tiempo se pensó que el hemisferio izquierdo era el que controlaba preferentemente actividades lingüísticas como la selección de palabras para construir una oración o la interpretación de un mensaje que hemos escuchado. Incluso, gracias a las investigaciones con pacientes que habían sufrido un daño cerebral, se llegó a concretar qué áreas del cerebro estaban especializadas en determinadas habilidades lingüísticas. Así, se pudo saber que hay una zona encargada de controlar la coherencia de aquello que decimos; si esa zona se daña, el individuo podrá emitir palabras, pero lo que diga no tendrá ningún sentido.
Sin embargo, a medida que avanzaba la investigación se fueron obteniendo datos contradictorios: por un lado, personas que tenían dañadas algunas de las zonas mencionadas no perdían ni la capacidad de producir mensajes coherentes ni la de entender lo que se les había dicho, mientras que personas que tenían dañadas zonas distintas a estas perdían alguna de esas facultades. Por otro lado, se descubrió que en algunos individuos no es el hemisferio izquierdo, sino el derecho, el que controla preferentemente las actividades relacionadas con el lenguaje. De hecho, hoy se tiende a pensar que la actividad lingüística podría ser en muchos casos una tarea compartida en igual medida por ambos hemisferios.
Como hemos podido comprobar, la pregunta ¿dónde reside el lenguaje? no admite una respuesta simple. A pesar de los grandes avances realizados, en la actualidad el cerebro sigue siendo en buena parte una región desconocida. Sabemos que la capacidad de lenguaje radica en él, pero los investigadores no han podido explicar todavía de manera satisfactoria cómo se realiza la conexión entre los mecanismos cerebrales y los procesos lingüísticos.
De Kalipedia.com

Fragmento de Ventana Abierta, de Carmen Larraburu, participante del taller

{ viernes, 10 de junio de 2011 }





En algún lugar...


        Sucedió allí, en donde no existen  las neuronas ni la gravedad.

        Es un lugar fungible en donde la cavidad  del cuenco  nos protege  de los silencios y de  la oscuridad. La  masa muscular palpita desde hace miles de millones de años. Desde aquellos tiempos maravillosos,  sin principios, un cúmulo de nubosas viajeras (las vecinas) comenzaron a vagar. Paridos soles como viñas de Juan Alfonso. Las vecinas chispeantes sobreviven a   la esperanza de compartir el escenario entremezclando sus  tonalidades. Deseosas de rodear el playón de álamos que pueda ser un lugar adecuado donde la convivencia ramifique  el uso neutral del espacio.
        Las pertenencias luminosas... blancas, naranjas o amarillas de las vecinitas andariegas se entretienen, con el juego romántico de la  sensualidad. El célebre Platón se atreve a mejorar la calidad de vida de estas pequeñas. Mientras las adultas nómades tildan de rojo mortecino un mísero trapo que resguarda la entrada al encanto espacial, las vecinitas preparan, entre la multitud, un lugar esponjoso donde puedan reunirse a gestar sus entrevelos y disfrutar de la magia que irradia el continuo movimiento del  calidoscopio.
        Es un lugar intranquilo,  el escenario se mantiene en constante movimiento y sus actividades dramáticas a full. A pesar de esto las nubosas peregrinas  se nutren del sosiego para nacer, se estiran… después  de un largo descanso haciendo Pilates;  con su algodonada  estructura acomodan su silueta  en el campo flotante, dentro del cuenco cóncavo original (el firmamento) y desde allí comienza un fantasmal descenso: la tenue transparencia muy liviana azota al ingenuo  soplo de frescura que brinda el aire a la hora del amanecer.
         Sin prisa pero sin pausa, alienta  el continuo cambio hacia   la evolución... la fertilidad bacteriana está deseosa por comenzar a reproducirse; “vivir” desde aquel mullido lenguaje hasta la aterciopelada tecnología vibrante de elementos metálicos; y así encuentran la potencialidad del  “Ser”.