TRISTE ESPERA Juan Bessonart, participante del taller

{ jueves, 24 de junio de 2010 }

Lloraba. Su estómago no paraba de quejarse. Pina tenía hambre. La única ración de comida se había quemado mientras la recalentaba. Tendría que esperar al otro día.
Lloraba. Se enroscó sobre la almohada otra vez. Quiso seguir soñando.
Había sido un día agotador. Muy temprano caminó los cuatro kilómetros desde su casa al hospital. Llegó justo a horario. Tenía turno a las ocho con el médico.
No fue tan simple como esperaba. Un cambio de último momento impidió que le hagan la ecografía. No entendió si el médico estaba enfermo o el aparato estaba roto. Tampoco supo, ni pudo; ni quiso preguntar. ¿Para qué? ¿Acaso cambiaría algo? Estaba acostumbrada a ilusiones efímeras.
Se consoló pensando que un día, al fin,  conocería el sexo de su hijo. ¡Que sea varón carajo! gritó. Tendría que esperar.
Estaba sola en todo esto. Estaba sola en la vida.
Se preguntó si su mamá también habría deseado un varón. Sintió  culpa por haber forjado el destino de esa mujer.
Pina nunca conoció a su padre. Sin embargo conoció a muchos amantes de su madre. Desde muy chica. De algunos quisiera olvidarse para siempre, pero no podrá hacerlo jamás.
Lloraba. Caminaba bajando la pendiente; con la espalda arqueada buscaba el equilibrio. Le costaba mucho adaptarse a ese cuerpo de mujer. La panza la empujaba hacia delante.
Tal vez Lucas, su novio, se arrepienta. Tal vez cambie de idea y regrese. Cuando lo conoció se dio cuenta de que lo amaría toda la vida. Lo supo cuando la ayudó a escaparse de la casa. Lo supo desde que la poseyó por amor y no por dinero, como los amantes a su madre.
Quién sabe por qué se puso así cuando se enteró de la noticia. Nunca antes le había gritado. Nunca antes le había pegado.
Lloraba. Tuvo que detener su paso. La panza se hizo piedra. Tomó aire, se sentó en el tronco de un árbol caído.  Eran casi las doce,  tenía hambre y volvía con el alma triste y angustiada. Le hubiera gustado preguntar detalles, le hubiera gustado quejarse de algún modo, le hubiera gustado poder gritarle a alguien. ¡Nadie entendía lo que le pasaba! En ese lugar tan frío le respondieron simplemente: vuelva mañana.
Llegó a su casa. Panchi, alegre movió la cola al recibirla, se tiró al piso y se hizo pis.
Pina sintió el amor que le ofrecía, la acarició y juntas entraron a la casa.
Tenía más hambre cada vez. Por suerte quedaba algo del guiso de la noche. Era poco. Encendió la hornalla  y lo puso a calentar. Panchi comprendió y no le pidió nada. Se tiró en el piso con la cola entre las patas.
Pina se recostó en la cama, se abrazo a la almohada. Cerró los ojos, estaba agotada.
La sorprendió el ruido de la puerta al abrirse bruscamente. Asustada se levantó y no pudo creer lo que veía.
Lloraba, el llanto le empañaba la visión. Todo había tomado otro color, más brillo, más nitidez. ¿Sería esto la felicidad?
Lucas la miraba, no sabía qué decirle; no podía hablar. Por un momento no supo si venía a perdonarla, o solo a saludarla por su cumpleaños. Había cumplido catorce el día anterior.
No necesitó decirle nada, ella entendió cuando dio un paso y la abrazó, después un beso secó las lágrimas hasta arrancarle  una sonrisa. Hicieron el amor. Se quedaron acostados hablando un largo rato.
Coincidieron con un nombre, un nombre de mujer.  
De repente  todo se volvió borroso. Había humo, mucho humo, mucho olor.
Pina se despertó sobresaltada.
Lloraba. Su estómago no paraba de quejarse. Pina tenía hambre. La única ración de comida se había quemado mientras la recalentaba. Tendría que esperar al otro día.
Lloraba. Se enroscó sobre la almohada otra vez. Quiso seguir soñando.

Juan Bessonart es médico pediatra, reside en Puerto Madryn, Chubut.

YA ME SONREIRÁ LA SUERTE de Rosario Anze, participante del Taller

{ viernes, 18 de junio de 2010 }


Sabina cuelga la ropa, mientras dos de sus cuatro niños se agarran a su falda. Ella voltea la cabeza y mira a su esposo que, una vez más,  permanece sentado en la tierra, desde hace varias horas y a pleno sol. El panorama es desolador: unos cuantos árboles y arbustos secos, dos o tres gallinas buscando alimento, el caballo flaco atado a un tronco. Al fondo una  pequeña choza que los alberga cuando hace frío,  porque ahora con el  calor y la sequía es un infierno permanecer en ella. 
Como todos los días, ella se levantó muy temprano a ordenar su vivienda, dio el desayuno a  sus hijos, consistente en una taza de café y unos granos cocidos de maíz. El marido, a pesar de los reclamos de ella, permaneció en la cama por dos horas más y sólo el calor lo hizo salir de ella y de la casa.   
Después de esas tareas alimenta a los animales que quedan: un caballo y dos  gallinas. El resto lo vendieron, de a poco, para mantener a la familia, pues desde que dejó de llover y la sequía empezó, atraviesan una difícil situación. Su marido, a partir de ese momento y ante la pérdida de toda su plantación, no logra reaccionar. Está así, totalmente deprimido, y sólo sabe lamentar su suerte,  esperando el cambio espontáneo de ésta.  Él no hace nada, mientras ella se esfuerza  para preparar algo de comer  con sus escasas reservas.  
 En estas condiciones ya han pasado más de dos meses, han agotado todas sus provisiones: sólo  quedan unos pocos granos de maíz y el pozo de agua está casi seco. La mujer piensa que ya no podrá lavar su   ropa. Deberá racionar el agua para beber y preparar la comida. No se observa ni una nube que pueda augurar lluvia y mejorar el panorama. Ninguna autoridad apareció por allá para preguntar por su situación, menos para ayudarlos. Los pocos vecinos de esas tierras, ahora desérticas, han migrado a la ciudad.   
Cada mañana ella insiste para que su marido vaya a la ciudad o al pueblo vecino a pedir ayuda o a buscar trabajo, pero él permanece sentado y lamentándose.  Todos los días, sus hijos y ella, al finalizar la jornada lloran porque comen  poco y deben dormir con hambre.
Por las  noches Sabina piensa y piensa sobre lo que puede hacer. Analiza la situación y sólo  ve una alternativa: ir a la ciudad con sus hijos a buscar cualquier  trabajo o pedir limosna, en último caso.
Ya decidida, al día siguiente, ella realiza todos los preparativos: hace cocer gran parte de los granos  que le quedan, mata una de sus gallinas; la mitad de la carne la cocina, la otra la charquea. Está resuelta, iniciará su viaje en la madrugada para evitar el sol. Esa noche ella advierte a su marido de la decisión tomada, pero él sigue sin reaccionar.
Muy temprano, antes del amanecer, despierta a sus hijos y a los dos más pequeños los acomoda en el caballo junto con un bulto de ropa, comida y agua, que es todo su equipaje. Ella con los dos mayores irán  a pie. Les espera un largo  camino e inician el viaje. No despierta a su marido, sólo le deja un plato  de comida.
Después de unas horas de caminata detienen su marcha, bajo la escasa sombra que proporciona un árbol con las hojas por entero secas; comen algo, descansan un rato y reinician la marcha, ya con el sol en alto. Así continúan todo el día hasta la llegada de la noche. Todos están muy fatigados por el calor y quieren beber más agua de la que ella les facilita; no sabe cuánto les falta para llegar a la ciudad. Los pequeños  lloran, ella intenta explicarles pero  no entienden  razones. Finalmente, se duermen y todos descansan.
De madrugada los despierta para reiniciar el viaje, no parece que avanzaron mucho, su paso fue lento y está muy preocupada por el agua. Una vez acomodados reinician su marcha. Durante el recorrido únicamente encontraron  algunas chozas abandonadas, sin nadie que les proporcione ayuda ni orientación.
El segundo día transcurre como el anterior, los niños están más fatigados y en la noche tardaron más en dormir. Su preocupación aumenta y se pregunta si no habrá tomado el camino equivocado.  La mujer  no puede conciliar el sueño pensando en el futuro; al fin, el cansancio la vence hasta que algo la despierta. Ya está amaneciendo  y puede distinguir  a una persona que se acerca. Es su marido quién, finalmente, al verse solo reaccionó y emprendió la marcha a pie detrás de ellos.  Se acerca con la gallina en un brazo, sacude a sus hijos,  los abraza y lloran todos juntos. Ahora,  nada importa, ya está la familia reunida  y podrán  seguir su camino hacia la ciudad.    

Rosario Anze reside en La Paz, Bolivia.    

HERENCIA Carmen Larraburu, participante del Taller

{ domingo, 13 de junio de 2010 }
Desde el jardín llega la claridad de la  luz. Atraviesa la ventana   de un finísimo  vidrio inglés de color verde musgo.  El vidrio es poroso y hasta laberíntico.   Alguien con  paciencia se entretiene   en seguir el surco  de esta encrucijada, y quizá con perseverancia  pueda  llegar a un destino unificado.  Allí,  donde  el dedo índice   palpa la parte lisa y le otorga el final al entretenimiento. Así  imagino el juego de la vida. Trasvasar a  los días  sin sol,  navegar por   las interminables noches de las  lunas blancas,  similar a la portentosa mamá. ¡La mía! ¿Por allí andará bamboleándose,  doña Cesaría…?   
         Despierto de la tremenda pesadilla, estoy muy asustada, la sangre bulle,  presiento el líquido viscoso que  se hacina en la sien derecha. No deja de golpear con furor.
         Un sueño por lo demás extraño, es como si   simbolizara  la imagen de  las distintas épocas  de nuestras vidas  soberanas y otras no tantas. Hombres, mujeres y niños  hambrientos  recorren las calles del mundo, pidiendo pan y trabajo. Siendo una niña me encontraba metida en el medio de la   escena.
Una voz ronca y pastosa  gritaba en el sueño a los que huían, ¡CARAJO! Estos son los guachos que han parido los  gobiernos  y los imperios.  Cada vez se suma más gente al  éxodo. El zigzag de la columna se va perdiendo en el horizonte.
         Me sobrepongo, me siento a la orilla del lecho  y siento   escalofríos en  la piel. El hierro forjado, tributo de las camas antiguas, está presente aún en mi actualidad.
         Son pocos los  pasos que me separan de la puerta de entrada. Camino hacia ella.   El frágil movimiento  venido desde afuera alerta  a mis oídos,  un  chillido seco tropieza contra la hendija, es como si alguien intentara meter algo por debajo de la puerta.
         Hacia  mis pies  se desliza   una foto con un dibujo  importante por el tamaño.  Lo tomo entre mis manos. El papel lastimado y rugoso es de un   color  muy oscuro,  acaricio la cartulina,  la estiro suavemente,  palpo el  frío de la madrugada. Miro la imagen detenidamente.  Me  impacta,  no dejo de pensar en esa cantidad de rostros  con pómulos muy pronunciados, de  labios muy gruesos. Los rasgos bien definidos. No   solamente  el sol ha dejado huellas muy profundas en  sus pieles. Los gestos meticulosos,  como si hubieran sido cincelados por un escultor,  demuestran la familiaridad con la situación casi genética. Las miradas tiernas y abstraídas  se hacen carne en el paisaje,  ante la falta de pan y trabajo; así  reza un cartelito blanco perdido en la profundidad de la foto.
         No vislumbro el compromiso social del pintor, las caras de los adultos varones pertenecen a un mismo molde, las imágenes están muy bien distribuidas.   “El reclamo” complaciente recorre la totalidad de la estampa. De esta manera  imagino la llegada de los  inmigrantes al Puerto de Buenos Aires. Allá a principios de siglo XX, con  “Grandes Esperanzas”  de encontrar un lugar en América.
¿Es  una simple foto en blanco y negro? o ¿es que el autor  se encuentra  con la actividad muscular deteriorada?
Simula muy bien sus temblores involuntarios, todavía puede manejarlos con soltura. Intenta  redoblar los  esfuerzos entre las luces y sombras del trabajo. Desde allí se preocupa por los trazos que, varias veces superpuestos, dejan una línea gruesa, profunda y grotesca a  mi observatorio mental.
         Los pliegues, las curvas y las contras curvas, vigilan  sus fuerzas  sobre un simple lápiz B.6, carbonífero y pastoso. Es el único indicio que lo salva  del anunciado  final.
         La vida se vuelve efímera  cuando no podemos alcanzar un pedazo de pan y un vaso de leche a un niño sufriente. ¿Qué pasará  cuando no pueda rodear  y abrazar el cuerpito de mis   hijos? ¿Es  posible que en estos casos los hijos de los demás los  sienta como propios? Enjutos, por la falta de nutrientes.  Las necesidades ¿también corroen al  alma?  ¿Seremos  capaces de caer  en la indiferencia social?
         La niña plantada en la mitad de la escena, con  carita de porcelana y un  flequillo al tono, oscuro como la misma foto, parece ajena al entorno. Es posible que el pintor no haya podido integrar “el hueco”  a las demás figuras. Y a último momento agregó a la niña, sin verificar lo que pasaría con la imagen general del trabajo.  ¿Alguna muñeca habrá servido de modelo para el dibujante  de la “Manifestación”?
         Dejo la foto sobre la mesa.  Huyo del replanteo y del dolor nauseante que se   produce en la boca de mi estómago.
Me voy a dar un paseo…
El sonido agudo y monótono del grillo… me ayuda a sobreponerme  de la larga y   tortuosa  noche.
Es por esta ventana del frente de mi casa  que siempre confundo las noches de luna llena, En determinado momento no sé si la luna trepa  al farol o viceversa.
        
Camino hacia el mar.  El sol  tímidamente asoma  desde el Atlántico. Un enorme globo rojo se posa en la línea donde termina el mar y comienza el cielo. Las aguas frías acompañan en su   morada a las olas,  la tenue luz  refleja el movimiento de transparencias que viaja hacia la costa.  Llegan a mis pies desnudos, primorosos encajes blancos cortados por la rompiente.  Se vuelve enternecedor y abrupto el paisaje en mi retina.
Con el flequillo levantado por el viento, camino entre las  últimas hojas inertes y amarillas del otoño. Como las caricias, las hojas juegan
a  la ronda, ronda con  mis tobillos.
Enrojecen las tejas del techo de la casa de mi vecino. Carlos, el periodista, que vive enfre
nte.
         Se escuchan insultos por radio. Estamos próximos a las  elecciones nacionales… del mes de junio del año dos mil nueve.
Mis oídos están preparados para bajar el telón. Ya no escuchan cuando la densidad y las groserías  de las palabras rebosan el límite de la razón y lastiman a mi desprevenido espíritu.
         Hoy los carroñeros están nuevamente de turno.  Con sus afilados picos toman a las indefensas liebres y graciosamente las balancean con furor por los aires, hasta destrozarlas.  A  través de la límpida  atmósfera se observa como caen las tripas de estos animalitos. Los más ágiles y prevenidos se suman a la cadena de supervivencia.
         Con los años, los grillos se han ensañado con la puerta de entrada. La madera está carcomida  por estos insectos  cantores y que   muchas familias  adoptan como un talismán y  otras los toman como  benefactores de la suerte, como es mi caso.
         Todas las noches miro a través de  la celosía. Espero encontrar aquél hombre que oculto en la oscuridad, dejó un mensaje a mis pies. Estremecedor y no menos   preocupante. A pesar de los años “el reclamo”  es  el  mismo: Pan y trabajo.

Aquí, ahora y siempre  pronto  amanecerá.  

Carmen Larraburu es Artista Plástica, reside en Playa Unión, Chubut.


TALLERES LITERARIOS

{ domingo, 6 de junio de 2010 }

Mi formación me lleva a referirme, en primera instancia, al Taller como metodología de trabajo. Dentro del ámbito pedagógico el Taller es el espacio donde, favoreciendo la comunicación recíproca, se facilita la retroalimentación grupal y se produce, en consecuencia, un aprendizaje sustentado en una dialéctica. Así, el alumno/participante se constituye en actor y el docente/coordinador en un orientador del proceso. Taller es siempre intercambio y complementariedad. No se lo puede concebir si no en una red vertical y una horizontal. En la primera, alguien preparado para ese fin coordina –en base a múltiples variables- el aprendizaje de otros, la segunda implica la interacción de esos otros entre sí. El descubrir errores a partir de la mirada de los demás, el reflexionar y permitir nuevos análisis es objetivo intrínseco de la metodología que nos ocupa. El asumir una actitud crítica y establecer una cercanía afectiva son condiciones igualmente necesarias.
Ahora bien, acotemos la mirada hacia los talleres estrictamente literarios, sin perder de vista los aspectos enunciados. En nuestro país éstos tienen origen en la década del `60; algunos han querido adjudicarle sus fundamentos a razones culturales, quién no a razones políticas; en ambos casos prevalecen las sociales: grupos con objetivos en común que se reúnen con un fin determinado. En este caso, el que no ocupa... aprender a expresarse a través de la palabra escrita, de acuerdo a ciertos cánones lingüísticos. No es verdad que los talleres literarios enseñen a escribir como con frecuencia, escuchamos sostener. No hay que tener temor de decir esto con todas las palabras: el participante a un taller literario quiere hacer literatura; escribir... ya sabe.
Y es allí donde se desarrolla lo más significativo del espacio: permitir que el alumno (o el aprendiz, o el participante, o el tallerista, o como desee llamárselo), a través de estímulos y disparadores convenientes -adecuados a sus características, necesidades e intereses- se exprese desde lo más íntimo, descarnadamente, sin prejuicios... con la libertad producto de la imaginación y de la creatividad de la que es objeto. Es aquí donde cobra importancia la figura del coordinador, cuánto mejor si es también escritor. Se pretende que posea experiencia y capacidad para transmitirla. Que sea un igual en el proceso de compartir pero un maestro a la hora de elaborar sus propuestas de trabajo, de asesorar sobre teorías y conceptos, de sugerir lecturas, de recomendar autores... Su intervención en los procesos de aprendizaje enriquecerá la tarea mutua, para lo cual es imprescindible que maneje con destreza estrategias de enseñanza.
Los talleres Literarios -más allá de haber conseguido, a través de los años, críticos y defensores- favorecen los procesos de escritura desde el hacer; desde un hacer pensado y consecuente, desde lo lúdico hasta lo estrictamente normativo. Permite recorrer los alcances de la Lengua y a la vez seleccionar los disparadores que provoquen los estímulos más adecuados, bucear en las teorías que sustentan lo gramática y la sintaxis, y no perder nunca la subjetividad que encierra la estética. El qué escribir, cómo, por qué y para quién cobra relevancia en estos ámbitos.
Se imponen hoy los taller literarios cibernéticos; la pregunta que me hago, aún coordinándolos, es si –teniendo en cuenta todo lo expresado- no habría que pensar en un concepto más adaptado a sus características: un aprendizaje personalísimo, alentado por significativos procesos de motivación y vocación, con muchas gratificaciones y la invalorable posibilidad de un espacio íntimo donde expresarse, probar, ensayar, leer, corregir y rescribir... Pero un trabajo, al fin, en soledad, como lo es indefectiblemente la tarea de escribir. Con la pantalla como único testigo, con un coordinador muchas veces sin rostro. Sin temor a ser juzgado... escalón básico en el proceso de comenzar a desandar el camino de los grandes literatos.
LOS INVITO A TRANSITAR TAN EXCITANTE CAMINO.

Olga Starzak

MI TALLER VIRTUAL DE INICIACIÓN Y CREACIÓN LITERARIA

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PROPUESTA DE TRABAJO - OBJETIVOS Y METODOLOGÍA


Objetivos Generales:
Que el participante logre:
-descubrir las estructuras que le otorgan a un texto sentido literario.
-asumir una actitud crítica y reflexiva frente a sus propias producciones
-valorar su producción como el resultado único e irrepetible de su proceso creativo.
-desarrollar las habilidades que le permitan, a través de la propia práctica, corregir y perfeccionar sus propios textos

Objetivos específicos:
-ejercitar su imaginación a través de distintos disparadores y/o estímulos externos.
- vivenciar a través de las múltiples posibilidades del lenguaje escrito, sus propias posibilidades.
-enriquecer su expresión escrita logrando cada vez textos más completos.

Contenidos
Nociones básicas sobre los diferentes tipos de textos.
Narración y descripción. Aspectos gramaticales y ortográficos.
Características del cuento como género literario. El narrador: sus puntos de vista. Estructura del relato. Argumento. Tono. Voz narrativa. Estilo. Personajes. Los diálogos. El tiempo y el espacio.
La creación a través de las imágenes, los sentidos y las emociones.
Las emociones y la Literatura. Construcción y transmisión.
Dudas habituales. Errores frecuentes.

Metodología
Propuestas de escritura semanales
Coordinación e intercambio permanente
Participación activa sobre las propuestas de trabajo seleccionadas
Propuestas de lecturas
Intercambio con otros participantes si el alumno así lo requiriera.


Recursos
Bibliografía obligatoria y sugerida
Textos de autores reconocidos que enriquezcan las propuestas
Reglas Gramaticales, Ortografía Básica.
Diccionarios on line
Biblioteca Digital
Otros herramientas para el buen uso de la Lengua.


Evaluación:
Continua. A través de los contactos permanentes entre el participante y la coordinadora.

Destinatarios:
Jóvenes y Adultos que deseen iniciarse en el arte de escribir Literatura.


En la presente propuesta no se enuncian tiempos de concreción por cuanto pretende ser personalizada y ajustarse al ritmo, intereses y necesidades de cada participante.
Los mismos tendrán la oportunidad, si así lo desearan,  de  publicar sus trabajos en el presente blog.

Para mayor información contactar con la coordinadora mediante las siguientes direcciones:
olgastarzak@gmail.com u olgassur@gmail.com